domingo, 23 de noviembre de 2008

El aprendiz de samurai

Hoy era un día feliz para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría de ganárselo por si mismo.

Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a aprender y a trabajar. Y Kan lo estaba desde lo mas profundo de su corazón.

Su padre Kazo estaba frente a el, solemne e imponente como era natural en su persona. El anciano Samurai aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, solo su larga cabellera blanca y unos ojos llenos de sabiduría revelaban su verdadera edad. Su armadura de General Samurai reflejaba los dorados rayos del sol como si fuera de oro mientras que los dobles diamantes engastados en la empuñadura de su propia espada katana, formaban un doble arco iris enlazado en su base.

Kazo se había forjado en mil batallas y había formado a cientos de Samuráis. Y por fin hoy, iba a instruir a su propio hijo. Un acontecimiento que llevaba esperando desde hacía doce años.

En sus manos sostenía la futura katana de su hijo, un arma poderosa que debía usarse con sabiduría. Kan debía entender que lo mas importante de un Samurai no era su arma, sino su sabiduría y su honor.

La cara de Kan resplandeciente de honor y gozo al recibir su espada, lleno el corazón de su padre de un orgullo como nunca antes había sentido. Ahora ya era oficial, el joven aprendiz había superado todas las sutiles trampas que le había tendido el destino, y por sus propios meritos se había convertido en uno mas del clan.

Esa misma noche, después de las celebraciones y las risas, padre e hijo se sentaron juntos alrededor de la hoguera.

La noche era calida y en el cielo lucían las estrellas como luciérnagas en un estanque, la Luna llena brillaba con fuerza, como si quisiera arropar al joven Samurai con sus rayos de luz.

- Hijo mío - La voz de Kazo era grave, relajante y penetrante como las caricias de una madre - Hoy has dado un paso muy importante en tu vida. Has dejado de ser una persona normal, has dejado el bosque para introducirte en el camino de la vida por el sendero del Samurai.

""Has superado la trampa invisible que tienden, a toda persona que quiere adentrarse en el camino, los fantasmas del miedo y del fracaso.

""Nunca luches contra los fantasmas del miedo, ellos harán que todos los problemas parezcan agolparse para vencerte y doblegarte, cuando estos fantasmas te ataquen, no te defiendas, sigue adelante enfrentándote a los problemas uno a uno. Ese es el único secreto del éxito hijo mío.

- Si padre, estas semanas las dudas recorrían mi mente - Kan miraba a la Luna en busca de fuerzas para expresar lo que había sentido - no sabía si sería capaz de llegar al final, tenía miedo de entrar en la senda del Samurai por miedo al fracaso, por miedo a decepcionarte, por miedo a que se rieran de mi los demás mientras no domine todas las técnicas como lo hace un Samurai de verdad. Era un dolor intenso - dijo mientras su mano se posaba en su estomago - como si me clavaran afiladas agujas en el estomago. Pero me di cuenta que si no empezaba, habría fracasado aun antes de intentarlo. - Sus ojos se clavaron en los de su padre - No se si llegaré algún día a ser un Samurai tan bueno y poderoso como tu padre, pero ten por seguro que lo intentaré hasta con el último vestigio de mi alma, nunca me rendiré al camino. Siempre seguiré adelante.

Kazo no podría estar mas orgulloso. Su hijo poseía una fuerza que le conduciría allí donde el quisiera. Por que nadie mejor que el viejo Samurai sabía que el mayor secreto para conseguir en la vida lo que se desea es el no rendirse jamás. Si Kan, a su tierna edad ya conocía ese secreto, sin duda llegaría muy lejos, mucho mas lejos que su padre el General de Generales.

- Hijo, ahora eres parte de los Samuráis y por lo tanto has de regirte como tal - El viejo Samurai cogió un grueso leño y se lo paso a su hijo. - Parte este leño hijo mío, se que puedes hacerlo.

- Pero padre, este leño es muy grueso, - dijo el joven abatido - y yo solo tengo doce años, aun no soy un hombre maduro. No tengo la fuerza suficiente.

- Claro que tienes la fuerza hijo, pero tu fuerza no esta en tus músculos - sentencio a la vez que rodeaba con su grande y calida mano el estrecho brazo de su hijo - sino en tu cabeza, es en tu inteligencia y en tu fuerza de voluntad donde posees la energía suficiente para realizar todo aquello que desees.

""Si piensas que no eres capaz de hacerlo... seguramente nunca serás capaz. Sin embargo, si estas convencido de que es posible, y desde el fondo de tu corazón brilla la verde llama de la esperanza y la fe en ti mismo. Podrás hacer lo que desees, solo habrás de buscar el medio.

- Pero padre... - Kan quería creer a su padre, era un Samurai y los Samuráis nunca mienten. Entonces debía existir una forma... pero cual - Ya se! Ahora yo también soy un Samurai, puedo hacer lo imposible!

Y desenfundando por primera vez su espada katana lanzo con todas sus fuerzas un terrible golpe contra el tronco... consiguiendo que la katana se incrustara fuertemente dentro del tronco. Kan intento sacarla de un tirón, pero sus esfuerzos eran inútiles. Estaba demasiado fuertemente enganchada. Se estaba poniendo muy nervioso, y si no fuera por que la calida mano de su padre le calmo, como tantas veces había hecho de pequeño, se habría echado a llorar.

- Tu intento ha sido digno de elogio Kan, pero has de aprender antes de hacer. - El viejo Samurai tomó entre sus manos la espada de su hijo y con un giro rápido de muñeca extrajo la espada del tronco. - Has de fijarte pequeños objetivos, fáciles de cumplir con tus capacidades, para conseguir lo que deseas. - Dicho esto devolvió la espada a su hijo. - Primero intenta crear una zanja en el tronco, no de un golpe directo, si no de dos curvos que te ayuden a debilitar la rama.

Kan lanzó un tajo curvo y cortante que hizo saltar unas astillas del tronco, a continuación lanzó otro en dirección opuesta que hizo que casi la mitad del tronco se dispersara por el suelo. Animado repitió la operación y unos instantes después el grueso tronco reposaba en el suelo, partido en dos pedazos y un montón de astillas.

- Tienes razón padre! El tronco entero era demasiado para mi, pero poco a poco he logrado debilitarlo y al final yo he vencido. Si hubiera pensado que no podía, nunca lo hubiera intentado. Pero decidí que era capaz, que debía de existir una manera de cortarlo, y la encontré!

- Siempre existe una manera - La voz del anciano Samurai penetró en los oídos de su hijo grabando estas palabras a fuego - siempre existe una manera de lograr lo que deseamos.

- Y para ello debemos hacer lo que sea padre - Preguntó inocentemente Kan.

Kazo se alarmó, no quería que su hijo le interpretara mal, siempre había que regirse por el honor y la generosidad, pero una vez que vio la inocente mirada de su hijo, la calma se apoderó otra vez de su corazón.

- Hijo, Puedes conseguir todo lo que desees en la vida solo conque ayudes a otras personas a conseguir lo que desean.

- No entiendo padre.

- Tu sabes que el granjero siempre recoge mas de lo que siembra No es así? - Kazo sabía que su hijo había ayudado a sembrar a sus vecinos y se había quedado maravillado al ver como crecían las planas día a día y como de un puñado de semillas surgían, con el tiempo, cientos de sabrosos frutos - Pues igual que el granjero siempre recoge mas que lo que siembra, tu debes saber que no estas solo y has de ayudar todo lo que puedas a tu equipo, si lo haces así después recogerás la cosecha mas fructífera que nunca hayas soñado.

Kan quedó pensativo, todavía era muy joven para entender todas las palabras de su padre, pero el sabía que su padre siempre había sido generoso y gracias a ello había llegado a ser un general de generales, por eso decidió firmemente que el haría lo mismo.

- Padre, tengo una duda que me atormenta - Se sincero Kan - antes no te la quise decir por que hoy es un día de dicha. Pero parece que no concuerda con lo que me acabas de decir.

- Si hijo?

- Ayer conté a mis amigos del pueblo que me iba a convertir en Samurai, que aprendería los secretos de nuestro arte y que me convertiría en el tipo de guerrero mas poderoso que existe - los ojos de Kan se clavaron en el crujiente fuego - y los otros niños se rieron de mi, me dijeron que era un blandengue, que todo eran mentiras y que tuviera cuidado por que lo mas seguro es que me dieran una paliza los verdaderos Samuráis por mentiroso, y que luego me echarían a la hoguera. He de ser generoso también con esos niños padre?

- Hijo... - Una sonrisa de comprensión surcaba los labios del viejo Samurai, a el le había pasado lo mismo en su juventud y sabía que las mismas personas que hoy criticaba y ridiculizaban a su hijo, mañana serían sus mas fervientes admiradores por su valentía y coraje - Hay una forma muy fácil de evitar las criticas...

-Cual es padre? - Preguntó entusiasmado Kan

- ... simplemente no seas nada y no hagas nada, consigue un trabajo de barrendero y mata tu ambición. Es un remedio que nunca falla.

- Pero Padre! Eso no es lo que yo quiero, yo quiero ser fuerte y poderoso como tu, tengo aspiraciones y sueños que quiero cumplir en la vida. Y solo tengo esta vida para hacerlos realidad Como me pides que haga eso? Como podría rendirme sin haberlo intentado? Acaso no estaría tirando mi vida a la basura? Acaso no estaría viviendo una muerte en vida? Debo luchar AHORA para hacer Realidad mis Sueños porque si no lo hago ahora nunca podré hacerlo.

- Entonces Kan, ten mucho cuidado con los ladrones de sueños - dijo Kazo misterioso.

- Los ladrones de sueños? - El niño Samurai miró temeroso a su alrededor - Que son? Demonios de la noche? Duendes malignos? Seres tenebrosos?

- No hijo, son tus amigos y las personas cercanas a ti - Los ojos de su hijo lo miraban con una expresión triste, como si le acabara de caer el mundo encima - No te preocupes, solo son amigos tuyos, mal informados que creen saber mas que tu y quieren protegerte, quieren todo el bien para ti y que no sufras, y aunque están equivocados, intentarán detenerte en todos los proyectos que hagas, para evitar que fracases y te hagas daño.

- Pero entonces son como los fantasmas del miedo y del fracaso, quieren mi bien y sin embargo me infringen el mayor daño que puede existir: Robarme mis sueños, mis ambiciones y por tanto las mas poderosas armas que tengo para alcanzar lo que yo quiero. Si nunca lo intento... nunca lo conseguiré. Es cierto que si lo intento puedo fracasar, sin embargo también puedo tener éxito y conseguir lo que yo quiero! Solo LUCHANDO se alcanza el EXITO!!!


- Eso es hijo y además, sin quererlo, acabas de descubrir tus tres armas mas poderosas.

- Cuales! dímelo - su ilusión ante la perspectiva de tener mas armas era enorme.

- La primera el Entusiasmo, si crees en lo que haces y de verdad te gusta, podrás conseguirlo todo, creerlo con todos los vestigios de tu ser. Ten Empuje! Sobre todas las cosas, con tu trabajo... ENTUSIASMATE!

Kan asintió con la cabeza, temeroso de interrumpir a su padre.

- La segunda El Empuje! Has de aprender y trabajar, aprender y trabajar y después... enseñar, aprender y trabajar. Solo con el trabajo conseguirás tus objetivos. Si pretendes aprovecharte de la gente solo encontrarás el fracaso, sin embargo, si trabajas con honor, en equipo y siempre intentas superarte... no habrá nada que pueda pararte.

"" El hombre bueno se fortalece y luego fortalece a los demás. Aprende primero para Saber Hacer y después, Enseña a los demás.

"" Aprende con Entusiasmo, Enseña con Entusiasmo y entonces tendrás éxito porque tendrás EMPUJE!

Kan poso la mano en su corazón y se prometió a si mismo, en absoluto silencio que siempre trabajaría con honor y que nadie le pararía.

- Y tercer la Constancia - los ojos de Kan preguntaban a su padre que era la constancia, acaso no era lo mismo que el empuje - La Constancia hijo mío, es la capacidad de aguantar en los tiempos duros y seguir trabajando para que vengan los tiempos buenos.

""La constancia es el Arte de Continuar Siempre!

""Tu ahora acabas de empezar y mañana empezaras a practicar con los Samuráis. Al principio, después de cada entrenamiento, te dolerán los músculos y estarás cansado, tendrás ganas de abandonarlo todo porque pensarás que esto es demasiado duro para ti. Pero si eres Constante y continúas aprendiendo y practicando, poco a poco tu cuerpo se irá adaptando y desarrollando, así como tu mente. Y verás como cada vez las cosas te resultaran mas fáciles y obtendrás mas resultados y mas fácilmente. Los comienzos son siempre duros hijo, el fracaso de la derrota solo llega cuando te rindes, solo si eres Constante tendrás el éxito asegurado.

Kazo vio como su joven hijo asentía medio dormido. Ya era tarde y hoy había aprendido mas que en toda su vida. El viejo Samurai cogió a su joven hijo y ahora aprendiz de su arte en sus brazos levantándolo, a pesar de su avanzada edad, como si de una pluma se tratara. Su hijo le susurró algo al oído como "gracias papa!" antes de quedarse dormido. El general de generales se preguntó si realmente su hijo seguiría al pie de la letra todos los consejos que hoy había aprendido. Sabía que si así lo hacía llegaría aun mas alto de lo que el, general de generales, había logrado

miércoles, 29 de octubre de 2008

el secreto de la Felicidad

Cierto mercader envió a su hijo al más sabio de
todos los hombres para aprender el secreto de la felicidad. El muchacho anduvo muchos días por el desierto, hasta llego a un castillo, que se
encontraba en los altos de una montaña.
El sabio que el muchacho buscaba vivía allí. Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas que conversaban por los rincones, una pequeña orquesta tocando suaves melodías y había una mesa cubierta con los platos más deliciosos de aquella región del mundo. El sabio conversaba con todos y el
muchacho tuvo que esperar dos horas para ser atendido.
El sabio escuchó el motivo de la visita del muchacho y le dijo que en es momento no tenía tiempo de explicarle el secreto de la felicidad. Le sugirió que se diera un paseo por su palacio y volviera después de dos horas.

"Quiero pedirte un favor" dijo el sabio, entregando al muchacho una cucharilla en la que dejó caer dos gotas de aceite. "Mientras vas caminando, lleva esta cucharilla sin permitir que se derrame el aceite".

El muchacho comenzó a subir y bajar las escalinatasdel palacio, manteniendo siempre los ojos fijos en la cucharilla. Cuando pasaron las dos horas, regreso con el sabio.

Entonces preguntó el sabio:

"Has visto las tapicerías de Persia que hay en
mi comedor?" "Viste el jardín que el maestro
de jardineros se tardó cien años para plantar?"

"Te diste cuenta de los bellos pergaminos
de mi biblioteca?"

El muchacho, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación era no derramarlas gotas de aceite que el Sabio le había confiado.

- Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi
mundo, dijo el Sabio. No puedes confiar en un
hombre si no conoces su casa. Ya más tranquilo,
el muchacho cogió la cucharita y volvió a pasear
por el palacio, fijándose esta vez en todas las
obras de arte que pendían del techo y de las
paredes. Vio los jardines, las montañas en
derredor, la delicadeza de las flores, la
exquisitez con que cada obra de arte estaba
colocada en su sitio. Al regresar al lado del
Sabio, relató con pormenores todo lo que
había visto.

- Pero, ¿dónde están las dos gotas de aceite
que te confié? preguntó el Sabio.



Mirando hacia la cucharilla, el muchacho se
dio cuenta de que las había derramado.

"Pues ése es el único consejo que te puedo dar"
El más sabio de los sabios le dijo al muchacho,
este es el único consejo que te puedo dar.
"El secreto de la felicidad está en mirar todas
las maravillas del mundo sin olvidarte nunca de
las dos gotas de aceite de la cucharita".

viernes, 24 de octubre de 2008

HOY

Hoy comienza mi nueva vida.

Cambiaré mi piel que ha sufrido durante tanto tiempo el fracaso y la mediocridad.

Hoy nazco de nuevo en un lugar en donde reina la abundancia.

Recogeré los mejores frutos sembrados por los más sabios que estuvieron antes que yo, de generación en generación.

Hoy atraeré sobre mí el éxito y una nueva vida me espera.

EL camino que he escogido está llena de oportunidades.

Hoy no fracasaré como aquellos que se quedaron solo en sus sueños.

En mi naturaleza está incluido el éxito.

El fracaso es ajeno a mi vida.

En el pasado lo acepté como acepté el dolor.

Ahora lo rechazo y estoy preparado para abrazar la sabiduría.

Me dirijo ahora hacia la felicidad, la riqueza resplandeciente y la justa posición que me merezco.

Practicaré el arte de la paciencia, porque la naturaleza no procede jamás con apresuramiento.

Aunque carezco de la experiencia, poseo un instinto superior que me conduce. Alcanzaré mis metas en la vida y no admitiré el fracaso.

Adquiriré nuevos hábitos en lugar de los antiguos, disciplinándome a mí mismo para lograr el cambio.

Diré en voz alta mis metas y mis propósitos para así materializar mi intención.

Comenzaré a despertar todas las mañanas con una vitalidad que no he conocido nunca.

Mi vigor aumentará y mi entusiasmo se acrecentará.

Mi deseo de enfrentarme con el mundo dominará a todos los temores que antes me asaltaban al amanecer.

Y seré más feliz de lo que jamás había pensado que fuese posible en este mundo de luchas y dolor.

Me hago el solemne juramento de que nada retardará el crecimiento de mi nueva vida.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Amabilidad

Esta semana el post no trata sobre ninguna obra de arte, ni ningún libro. Hoy quiero hablar de una virtud sencilla, quizás un ingrediente importante en el “arte de vivir”, tan sencilla que por si sola parece no tener importancia, pero que si aliña nuestra vida, provoca excelentes efectos en nosotros mismos y en los demás: la AMABILIDAD.
Si se busca el significado de amable, en el diccionario de María Moliner encontraremos: «Se aplica a lo que merece o inspira amor /Tal que, en el trato con otras personas o con una determinada o en cierta ocasión, muestra interés por ellas o el deseo de complacerlas». En el diccionario de sinónimos nos encontramos con: afable, agradable, cordial, cortés, tratable, afectuoso, atento, cariñoso y sencillo. Por otra parte, como antónimos se citan: grosero, rudo, antipático y desagradable.


Solemos olvidar que amable significa "digno de ser amado"; que amable es el que se comporta de un modo determinado, con el objeto de inducir a los demás a que le amen, puede ser un camarero haciendo bien su trabajo, un vecino sonriente en el ascensor, alguien que cede el paso en medio del tráfico… Cuando lo somos conseguimos ese reconocimiento, cuando lo son con nosotros nos complace y nos genera ese sentimiento de retorno.
Decía Mark Twain: “Puedo vivir dos meses con un cumplido de amabilidad”. Es increíble el efecto que produce y lo económico que resulta. En estos tiempos de crisis (y en cualquier tiempo) es uno de esos lujos que podemos permitirnos, cambiar el sentido de nuestra corriente, siendo de dentro hacia fuera, en lugar de empeñarnos en que sea al revés. La sorpresa está en que cuanto mas proyectamos hacia fuera, más llenos estaremos.
Regala un poco de amabilidad cada día. Intenta sonreír al subir a un ascensor llenos de gente, di algo agradable a alguien a quien ves a diario pero con quien no suelas cruzar más que dos palabras, proponte conducir de manera menos agresiva, habla con un niño, se amable contigo y sonríe mientras estás a solas o delante del espejo… Trata de hacerlo a diario durante una semana y si notas que algo bueno se produce entonces decide si quieres hacerlo durante mas tiempo.
Que tengáis una semana amable.

sábado, 11 de octubre de 2008

el hombre que se creia muerto

El hombre que se creía muerto


Había un señor muy aprensivo respecto de sus propias enfermedades y sobre todo, muy temeroso del día en que le llegara la muerte.Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:-Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?La mujer rió y le dijo que se tocara las manos y los pies.
-Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo. Si estuvieras muerto, tus manos y tus pies estarían helados.Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó.Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a cortar leña. Cuando llegó al bosque, se quitó los guantes y comenzó a cortar troncos con un hacha.Sin pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías. Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y los calcetines y confirmó con horror que sus pies también estaban helados.En ese momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto.
-No es bueno que un muerto ande por ahí cortando leña -se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto en el piso helado, las manos cruzadas sobre el pecho y los ojos cerrados.
Al poco de estar tendido en el suelo, una jauría de perros se acercó a las alforjas donde estaban las provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron todo lo que había comestible en ellas. El hombre pensó:
-Suerte tienen de que estoy muerto que si no, yo mismo los echaba a patadas.
La jauría siguió husmeando y descubrió a la mula atada a un árbol, fácil presa para los afilados dientes de los perros. La mula chilló y coceó, pero el hombre sólo pensaba en como le hubiera gustado defenderla, si no fuera porque él estaba muerto.En pocos minutos dieron cuenta de la mula, y tan sólo algunos perros seguían royendo los huesos.La jauría, insaciable, siguió rondando el lugar.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al leñador tirado inmóvil sobre el suelo. Se acercó lentamente, muy lentamente, porque para él los hombres eran seres muy peligrosos y traicioneros. En pocos instantes, todos los perros rodearon al hombre con sus fauces babeantes.-Ahora me van a comer -pensó el hombre-. Si no estuviera muerto, otra sería la historia.Los perros se acercaron......y viendo su inmovilidad, se lo comieron...
Este cuento pertenece al libro "Déjame que te Cuente" de Jorge Bucay.
A mi cada vez que lo leo me produce cierto desasosiego. ¿Cuántas veces me habré creído algo que no soy? ¿Cómo habrá influido esa creencia en mi comportamiento y en el resultado de mi existencia? ¿Y si en lugar de estar muerto el hombre del cuento hubiera creído estar vivo y ser capaz de grandes cosas? ¿Y si tú, o yo lo creyéramos? Ahí dejo la incógnita, que cada uno se atreva a lo que sus creencias le permitan.
ECB octubre 2008

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Peregrino de Compostela

El sábado pasado tuve la suerte de celebrar el 40 cumpleaños de mi querido amigo Fernando. La fiesta fue un gran éxito, cargada de detalles de cariño, miradas atrás y reflexiones desde el "ecuador de la vida". Quizás por esas reflexiones, o bien por ser Fernando mi hermano del camino jacobeo, me acordé de El Peregrino de Compostela y se me ocurrió traer este fragmento al blog:

El Buen Combate es el que se entabla en nombre de nuestros sueños. Cuando estos revientan en nuestro interior con toda su fuerza (en la juventud) nos sentimos muy valientes, pero aún no sabemos luchar. Después aprendemos a luchar, pero ya no contamos con el mismo valor para combatir. Por eso nos volvemos contra nosotros mismos y, combatiéndonos, nos convertimos en nuestros peores enemigos. Alegamos que nuestros sueños eran infantiles o difíciles de llevar a cabo. Matamos nuestros sueños por miedo a combatir en el Buen Combate.
El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo: Las personas más ocupadas que he conocido en mi vida eran las que al final siempre conseguían tiempo para todo. Por su parte, los que no hacían nada siempre andaban cansados, el tiempo nunca les llegaba para lo poco que tenían que hacer, y se quejaban de que los días eran demasiado cortos. Lo que les pasaba era que tenían miedo de combatir en el Buen Combate.
El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. Solo por el hecho de no querer tomar la vida como una gran aventura en la que hay que embarcarse, ya nos consideramos sabios, justos y correctos en nuestras pequeñas parcelas de existencia. Miramos hacia el exterior de las murallas de nuestra vida diaria y oímos el ruido de lanzas que se rompen, sentimos el olor del sudor y de la pólvora, vemos las grandes caídas y las miradas sedientas de conquista de los guerreros. Pero nunca percibimos la alegría que hay en el corazón del que está luchando, pues para estos no importa ni la victoria ni la derrota, sino combatir en el Buen Combate.

Por último, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la Paz. La vida se transforma en una tarde de domingo, sin grandes exigencias, que no nos pide más de lo que queremos dar.

Pensamos entonces que hemos alcanzado la "madurez" y logrado nuestra realización personal y profesional. Nos sorprende que alguien de nuestra edad diga que aún espera determinada cosa de la vida. Pero en lo más hondo de nosotros mismos sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños.


Hoy se me antoja querer ser inmaduro e invitar a todos los que leen estas líneas a serlo también, a recuperar el ímpetu de años atrás y osar a renunciar a la comodidad del domingo por la tarde como precio por nuestros sueños. Tómate un tiempo, recuerda cuales eran tus sueños y disfruta del combate...

¡Feliz semana, feliz combate!